Un ave golondrina tal vez simbolice un nuevo comienzo. Mientras se desliza grácil y libremente en el cielo, al observarla brota en nosotros la esperanza. Esa esperanza es lo que vinimos a buscar en la zona afectada por el terremoto. Durante los días en que la Fiesta del Ramadán y el Día del Niño del 23 de abril se cruzaron con tristeza, también estuvimos en la zona del terremoto. Llegamos para ser testigos de la luz de esperanza que brillaba en los ojos de los niños entre las ruinas.
Cuando llegamos a la zona del terremoto en los primeros días, nos quedamos paralizados ante la magnitud de la catástrofe. A nuestro alrededor, había casas derribadas y sacudidas por la madre tierra, madres y padres llorando, niños temblando de miedo. La tristeza y el dolor se habían asentado en rostros donde las lágrimas ni siquiera podían fluir. Nosotros también no podíamos permanecer indiferentes ante el sufrimiento similar que experimentamos. Nos pusimos en marcha para brindar ayuda en la medida de lo posible.
Día tras día, escuchamos las historias de las personas afectadas por el terremoto, sin distinguir entre adultos y niños. Los recuerdos tristes pesaban en nuestros corazones como una pesada carga. Mientras las familias contaban cómo habían perdido a sus seres queridos, nuestros corazones también se derrumbaban como las paredes derribadas. Pero al mismo tiempo, también veíamos la esperanza brillando en los ojos de los niños.
En el Día del Niño del 23 de abril, nos reunimos con las personas afectadas por el terremoto para apoyar a los niños. Al ver la alegría en sus ojos, también encontramos fuerza en nosotros mismos. Las sonrisas en los rostros de nuestros pequeños héroes eran los brotes de esperanza que plantamos en lugar de los edificios derrumbados. Y esos brotes eran las golondrinas que se deslizaban en el cielo. Eran los heraldos del renacimiento.
Organizamos diversas actividades con los niños para elevar su moral. Jugamos, cantamos y les contamos historias. Algunos de ellos dibujaban imágenes sobre el terremoto que habían experimentado, tratando de expresar sus emociones. Estas pequeñas actividades creativas ayudaron a sanar sus heridas poco a poco.
En la Fiesta del Ramadán, vimos la paz en los rostros de quienes ayunaban y la felicidad de reunirse alrededor de la mesa del iftar esperada con paciencia. A pesar de este difícil proceso, experimentamos el poder de la fe y la solidaridad.
Al final de los cinco días, es imposible olvidar las intensas emociones que experimentamos en la zona del terremoto. Sí, las heridas todavía están frescas y dolorosas, pero a pesar de eso, las personas y los niños están llenos de esperanza. Como las golondrinas que anuncian el renacimiento, estas personas también vuelan entre las casas derrumbadas y reconstruyen sus vidas.
Quizás las heridas de este desastre que no olvidaremos sanarán un poco con el tiempo. Sin embargo, los dolores vividos, los corazones perdidos, cada historia y recuerdo están grabados en nuestros corazones. Para que no vuelva a suceder, debemos aprender lecciones de esta catástrofe y tomar precauciones. Porque el tiempo no puede borrar las marcas, pero podemos ser más fuertes y preparados para el futuro. El diario del terremoto permanecerá como un recuerdo y se transmitirá a las generaciones futuras. Pero lo más importante es no olvidar la esperanza y la solidaridad que contiene. Porque juntos, las paredes derrumbadas pueden ser reconstruidas y los sueños derrumbados pueden florecer nuevamente.
Durante la Fiesta del Ramadán y el Día del Niño del 23 de abril, mi esposo y yo estuvimos en la zona del terremoto durante 5 días para ayudar a los niños. Mi esposo (belkisulusoy.com.tr) y yo, emprendimos este viaje para estar junto a las personas en este difícil proceso. Durante cinco días, dejamos nuestras vidas atrás y tratamos de ser un consuelo tanto para los adultos como para esos pequeños corazones. Vivimos días intensos, emocionales y tristes. Nuestros corazones se rompieron al escuchar lo que vivieron las personas afectadas por el terremoto, pero por otro lado, nos alegró ver a las personas, especialmente a los niños, llenos de esperanza. Se vivió un trauma inconcebible en toda la región, pero ahora parece que las heridas están sanando. Sin embargo, las pérdidas y lo vivido nunca serán olvidados.
De regreso a casa, reflexionamos sobre la importancia de estos cinco días. Sí, se vivió un trauma inconcebible en la zona del terremoto y las pérdidas nunca serán olvidadas; sin embargo, ahora parece que las heridas están sanando. La fuerza, la esperanza y el coraje de las personas y los niños que viven en esa área para aferrarse a la vida también nos infundieron esperanza. Este diario de cinco días del terremoto dejó marcas profundas no solo en la vida de las personas afectadas, sino también en la nuestra. Poder consolar esos pequeños corazones y ver la luz en sus ojos llenos de esperanza fue nuestra mayor felicidad. Llevaremos con nosotros las emociones y recuerdos que vivimos en este proceso hasta el final de nuestras vidas y continuaremos ayudando a las personas en las zonas afectadas por terremotos en la medida de lo posible.